Votaciones que nos cambiarán la vida… para mal
Me llega información de una inquietante sesión de la ONU y de una más inquietante votación. Se debatía sobre un plan global de educación sexual para los menores y, dentro de ese contexto, de la posibilidad de respetar, o no, la patria potestad de los padres, supongo para quitársela a los que se nieguen a que sus hijos sean educados sexualmente con el programa sexual que promueve la ONU.
El primer problema es que lo que la ONU recomienda como educación sexual, no sólo no tiene una sola evidencia científica de que funcione, sino que se ha demostrado contraproducente. La ONU promueve estos programas con la intención expresa de que los niños y jóvenes tengan una sexualidad más sana y feliz y se eviten embarazos y enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, los estudios de resultados y las experiencias de personas que han trabajado en este asunto en la ONU, informan de que no se reducen los embarazos adolescentes, abortos y ETS sino que, por el contrario, aumentan a la vez que aumenta el consumo de contraceptivos y abortivos. Esto sucede porque lo que se consigue realmente es una hipersexualización de los menores y su práctica sexual temprana y en edades especialmente irresponsables. Para hacerse una idea, el proyecto de sexualidad de la agencia correspondiente de la ONU recomienda que los menores se masturben desde los 5 años, considera adecuadas las relaciones sexuales completas desde los 12 y toda su política de prevención va dirigida a que tengan claro que siempre queda el aborto como derecho y solución.
Naturalmente, como la mayoría de los padres desconoce esto y piensa que lo que dice la ONU es bueno por sistema, no se van a negar. Sin embargo, empiezan a existir padres informados y un pequeñísimo pero creciente movimiento social que recela de la ONU, por lo que podrían surgir negativas parentales al plan. La forma de resolverlo es la amenaza de quitar a los hijos a quienes se resistan. Amenaza mucho más efectiva que las penas de cárcel que ya se utilizaron en Alemania.
Se votaba a favor o en contra de respetar la patria potestad. Todos los países europeos, Hungría y Polonia incluidos, votaron en contra de ese respeto. España también votó por hacer ese primer agujero al derecho, universal y constitucional, de los padres a educar a sus hijos en sus valores, lo que no es en absoluto sorprendente dadas las últimas legislaciones que el PP ha promovido y aprobado en las CC.AA., que niegan de facto ese derecho. Todos los países iberoamericanos, salvo Jamaica y Santa Lucía, han votado igualmente pese a la terrible batalla que está librando la sociedad civil contra sus dirigentes precisamente en sentido contrario. Naturalmente, los delegados de los gobiernos se han pasado ese claro mandato popular por el forro de sus caprichos.
Afortunadamente, la patria potestad salió inmune gracias a los países africanos, a los musulmanes y a EE.UU., en una nueva demostración de por qué Trump es la bestia negra de la progresía, los lobbies y la ideología de género y, de momento, una de nuestras pocas esperanzas de seguir viviendo conforme a nuestros valores morales. Sin embargo, no hace falta ser druida para saber que se volverá a intentar. Y tengan todos por seguro que una vez salga esa “benéfica propuesta” de la ONU, se irá ampliando a más situaciones que desde ese organismo consideren igualmente lamentables, injustas por parte de unos padres represivos y lesivas de los derechos del menor, incluidos sus cantados y próximos derechos sexuales y reproductivos: su derecho a abortar, a hormonarse, a operarse de cambio de sexo, a mantener relaciones con adultos…
No olviden que en esta batalla por el adoctrinamiento y la imposición de la ideología de género, el objetivo es abrir una rendija. Una vez se consiga, las cuñas van a convertir esa rendija en brecha y trombas de agua tirarán el muro.
En este momento y con este primer aviso, la ONU acaba de dejar claro que su próximo objetivo es la patria potestad de los padres. De los padres que no creen que la ideología de género sea buena para los niños. Concretamente, nosotros.