Prohibir todo lo que se pueda, ecotasar el resto: este podría ser el lema de los ecologistas en política. Los ecolojetas, una casta surgida del dinero infinito de las grandes corporaciones. Bosques cerrados, agua privatizada, impuestos por lo que antes esa gratis y de todos. Disculpa: el cambio climático de origen antropogénico. El malvado CO2. Si el CO2 humano es el problema, entonces el hombre debe ser restringido y limitado en cada una de sus actividades emisoras de CO2: es decir, debe ser controlada la totalidad de su vida.
Los ecolojetas tienen sus raíces en las “éticas antihumanistas” y exigen prohibir los coches, los aviones, la carne, la energía nuclear, la vida en el campo, la economía de mercado, la agricultura moderna, en definitiva, la Modernidad. Por todo ello, el ecolojetismo es hoy una de las ideologías más radicales en sus pretensiones liberticidas, antieconómicas y, en última instancia, humanicidas. Desde luego, más que cualquiera de los totalitarismos sufridos en siglos anteriores, porque quieren reducir la humanidad a una décima parte mientras se enriquecen con las políticas que hacen cada día más difícil la vida de sus congéneres. Y es que el catastrofismo ecolojeta cotiza en bolsa. Y los que lo promueven tiene acciones en esa empresa.
Alicia V. Rubio Calle