En las tragedias griegas, las culpas eran pagadas por el culpable y su linaje. Sus descendientes portaban el estigma de un delito o pecado de la misma forma que portaban los genes de sus antepasados. Y ahí tenemos a la descendencia de Edipo, pagando la maldición del parricidio del patriarca y posterior incesto.
Sin embargo, es evidente que la responsabilidad que puede tener un individuo respecto a las acciones de otro, que se llevaron a cabo incluso cuando no había nacido, no aguanta un análisis serio ni la aplicación de la lógica más elemental.
La culpa hereditaria se eliminó con el derecho romano. El individuo era el único responsable de sus actos y, por tanto, el único culpable de sus delitos. No tenía ningún sentido achacar responsabilidades de actos personales a la familia, hijos o amigos de una persona si no tenían intervención activa en los mismos.
Esto, que parece tan claro y evidente, está empezando a hacer aguas en una sociedad hiperinformada y, por tanto, hipermanipulable si esa información se sesga o se altera interesadamente. Y como hace tiempo que los análisis serios y la aplicación de la lógica más elemental se han sustituido por la consigna, la cabalgada en las contradicciones, la ley del embudo y el odio visceral y sin fundamento, de repente ha revivido la figura del culpable hereditario. Concretamente, entre los que vegetan en la consigna, las contradicciones, la aplicación parcial de las leyes y el odio sin argumento. Normal.
Acaba de morir la hija de Francisco Franco y los citados vegetantes han utilizado la figura de la culpa hereditaria para asignarle cuantos actos demandan al padre, de forma que están tratando su muerte como si hubiera sido la de su progenitor en una clara atribución de las acciones de una persona a sus descendientes.
Y si uno lo analiza, insisto, es normal: Estas personas son las mismas que creen en la culpa genética del varón y en la responsabilidad por cromosomas del asesinato que un XY comete, y que implica a todo ese colectivo con el que comparten genes.
Estas personas son las mismas que, ante los hipotéticos abusos ancestrales cometidos por los portadores de los cromosomas XY contra las portadoras de los cromosomas XX, exigen que los nuevos portadores XY paguen los delitos de su grupo cromosómico y, además, se resarza a las portadoras del par XX por lo que supuestamente sufrieron sus antecesoras genéticas. Vamos, que los hombres actuales paguen por hechos no cometidos a las mujeres que no lo han sufrido. Culpa hereditaria y resarcimiento hereditario. Puestos a rizar el rizo, que no falte de nada.
Ridículo pero cierto, y materializado en demenciales leyes que instauran la injusticia y entierran el derecho que nos ha llevado hasta aquí. Hablo de la violencia de género, el invento legal más retrógrado y que sólo la ignorancia de la mayoría y la maldad interesada de una minoría han podido permitir su existencia.
Y son los mismos que, en otra variante de esa misma lógica de la culpa hereditaria, la memoria histórica selectiva, se han asignado el papel de resarcibles por herencia a la par que colocan a otros en la situación de culpables hereditarios, si bien ni unos ni otros estuvieron en tales episodios, además de ser muy discutible la asignación de papeles.
Y son los mismos que, como creen en esa culpa hereditaria y se juntan con antediluvianos cavernarios, se dedican a hacer tonterías o delitos en caso de que sean los portadores. Rodrigo Lanza “El Rodri”, por ejemplo, crédulo al igual que su madre en esto de la culpa hereditaria, como nieto de un colaborador pinochetista se ha dedicado a limpiar su pecado con sobreactuaciones en sentido contrario hasta llegar al asesinato. “Para antifacha, yo”, diría en cada una de sus hiperexcesivas barbaridades a la espera de que sus correligionarios olvidaran su culpa hereditaria.
Es el mismo caso de los indepes con apellido charnego o de los etarras o borrokas de apellido maketo. Estos, con la agravante de racismo y de que ni siquiera el ancestro hizo nada discutible o reprobable, porque la noción de pecado en estas ideologías es aún más puritana y desquiciada. Para limpiar su culpa hereditaria innegable por el DNI, además de alterar su nombre a la regional usanza, han de demostrar continuamente, de nuevo haciendo más estupideces, barbaridades o delitos que los que no arrastran el baldón, que abominan de su pecado.
Toda esta gente, todos estos tontos que han aceptado una inexistente culpa y su correspondiente penitencia, se ven en esa situación por juntarse con gente de ideologías carcundiosas, con fundamentos ilógicos y arcaicos, por empeñarse en vivir en ambientes opresivos como son las izquierdas radicales y los separatismos en los que se cree en semejantes figuras y donde sienten, con razón, que para ser aceptados han de pasar por pruebas de fuego que demuestren su redención.
Moraleja: el que con ideas casposas convive, termina haciendo gilipolleces o delitos y justificando leyes ilegales que un día caerán sobre ellos.